Los vecinos pensarán que estoy loca o en plenos exámenes
cuando ven encenderse la luz de mi habitación a las 3:30 de la mañana, pero es más
sencillo que todo eso, he vuelto a tener esa necesidad de escribir mis
recuerdos y volver a sincerarme conmigo misma.
Estos momentos
siempre llegan cuando acontecimientos que no me dejan dormir se aproximan. Y es que miento cuando recomiendo huir de la
preocupación cuando en realidad a mi me está quitando el sueño. Es imposible no
preocuparse cuando la buena suerte que siempre estuvo de mi lado comienza a traicionarme
en los asuntos más importantes. No puede
ser verdad que lo que pensaba que era el despertar de una pesadilla sea la interrupción
de un sueño con final feliz. No, no lo asimilo, no estoy dispuesta a aceptarlo.
No entiendo muy bien como hemos llegado a esto. Es imposible de controlar, pero está
impotencia me hace sentir como si algo se me hubiera ido de las manos. Supongo
que es tontería atribuírmelo a mí, o quizá debería seguir pidiendo ayuda a
alguien cuya existencia en muchas ocasiones pongo en duda. No sé, no sé si
existirá o si de verdad creo que en él, pero este año le he hablado en
numerosas ocasiones y esta noche pienso volver a hacerlo.
Hace poco estaba convencida de que la tercera carta sería de
agradecimiento, ahora no lo sé. A veces el miedo no deja pensar con claridad. Me
da pena ser así, a lo mejor soy tonta, supongo que sí, pero me desahogan las
palabras.
Ahora de nuevo me toca ponerme la máscara, porque yo tengo
que ser la segunda columna, es lo único que tuve claro desde un principio.
Buenas noches,
Pilar L.Carmona