Una ducha caliente quita esa mala sensación que causa despertarte y ser consciente de que sigues ahí. Mientras dormía estaba en otro lugar, con otra persona, estaba feliz. Pero sonó el despertador.
Ahora, sentada en este sofá rojo y aunque sin ganas, tomando el desayuno, cierro los ojos. Pienso. Miro el reloj, ¡vaya, también es rojo!, y no va con retraso. Sonrío. Sólo quedan horas.
Para variar.
Buenos días,
Pilar L. Carmona
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